2. El diseño de interacción como práctica sociocultural

2.4. Responsabilidad social del diseño de interacción

2.4.1. El compromiso social del diseño

En la historia del diseño, siempre han existido diseñadores y diseñadoras comprometidas socialmente, unas veces compartiendo intereses con tendencias y corrientes artísticas, y otras por afinidad ideológica con movimientos sociales o políticos. Su interconexión con la sociedad surge del carácter mediador que las personas atribuyen a las cosas. Por esta razón, el significado y el valor de los productos y servicios diseñados desempeña un papel decisivo en las relaciones de las personas, y en las experiencias con su entorno.

Por eso, es importante que los diseñadores y las diseñadoras conozcan la historia de su profesión, de las teorías, críticas y debates que se han planteado. Es importante ser consciente de que los retos actuales no son nuevos, conocer cómo se han resuelto los problemas del pasado, y saber que el diseño social y sostenible no es una cuestión nueva en la disciplina del diseño (Helvert, 2016). En la actualidad, el diseño y la tecnología evolucionan conjuntamente, comparten medios e intereses, al igual que con anterioridad los avances de la mecanización y fabricación, los nuevos materiales y las innovaciones productivas han impulsado el desarrollo y las aplicaciones del diseño. Pero la economía de medios, recursos y acciones sigue siendo uno de los principales objetivos del diseño, como bien enunciaba uno de los diseñadores más importantes del siglo XX, R. B. Fuller, con la expresión «hacer más con menos» (Fuller, 2008, pág. 17). No se puede, ni se debe, olvidar que el diseño de interacción es heredero del corpus teórico-práctico generado por el diseño gráfico e industrial, y que, en el futuro inmediato, las tres disciplinas se retroalimentarán, compartiendo objetivos y fines comunes.

Una de las formas de afrontar los retos que implica el diseño social de los medios interactivos consiste en contemplar, dentro del proceso de diseño, aquello que sucede una vez se ha formalizado la propuesta. Después de formalizar e implementar las ideas en el mundo real, es necesario realizar el seguimiento de los recursos que utilizan, cómo se producen y repercuten los proyectos, cómo influyen en el comportamiento y el consumo de las personas, el grado de aceptación social que presentan, el significado cultural que comportan y el tipo de experiencias que generan (Manzini, 2015). Todos estos aspectos son parte del diseño y juntos determinan el valor social de cada diseño:

«Only sustainable design is social design; and only a social future is sustainable».

(Helvert, 2016, pág. 259).